Los restos de Pablo
Neruda fueron sepultados ayer frente al océano que baña el jardín de su casa de
Isla Negra, en la costa central chilena, tres años después de la exhumación con
la que se pretendía esclarecer si el poeta había sido asesinado durante la
dictadura de Augusto Pinochet.
El cuerpo del autor de
'Veinte poemas de amor y una canción desesperada' fue recibido a primera hora
por una treintena de sus familiares, que le dieron de nuevo la bienvenida a su
célebre residencia, un espacio privilegiado frente al Pacífico. El féretro,
cubierto con una bandera chilena y un ramo de rosas blancas, desfiló por
delante de la viga que el poeta un día talló con un mensaje de bienvenida
premonitorio: "Regresé de mis viajes. Navegué construyendo la alegría".
Los primeros rayos de
luz se desparramaron sobre el ataúd de madera que este gélido martes invernal
fue enterrado en la parte baja del jardín de la casa, una terraza inclinada que
mira hacia el litoral donde también está sepultada su tercera mujer, Matilde
Urrutia. "Para nosotros esto no es un funeral. Volver aquí, a Isla Negra,
frente al mar, no es morir, sino volver a vivir", dijo el presidente de la
Fundación Neruda, Raúl Bulnes.
Al mediodía, frente a
tres centenares de espectadores, una orquesta juvenil rindió homenaje al autor
de algunos de los versos de amor más conocidos del mundo. "Ahora Neruda
está con nosotros, vuelve a mirar las olas del mar y a abrazar a su querida Matilde"
dijo el escritor Fernando Quilodrán durante su discurso.
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